miércoles, 29 de septiembre de 2010

Soledad, con todas las letras

Y qué es lo que queda cuando sientes un espacio tan vacío e inerte, un abismo que comienza donde termina cada poro de tu piel que se precipita al vacío, un acantilado de bordes escarpados del cual estas tan cerca que puedes ver la oscuridad que se precipita hacia al fondo.
Es inexplicable e irracional, completamente insostenible. No tiene sentido dejar que una miserable emoción de tristeza y soledad se apodere de la totalidad de los pensamientos. Pero a veces pasa, y todavía no sé por qué, todavía no puedo controlarlo ni mucho menos evitarlo.
Fruto, en parte, posiblemente de los errores propios, de meter la pata dos años consecutivos eligiendo mal, sin ser capaz de visualizar correctamente las consecuencias antes de elegir, de seguir siendo igual de ingenua que siempre.
Me levanto de la cama como un día más. Pero no es un día más porque hoy los acontecimientos parecen haberse puesto todos de acuerdo para retroalimentar esta soledad odiosa, que no puedo quitarme de encima por mucho que quiera y por mucho que lo intente. Pequeñas cosas que otro día cualquiera no te importaría parece que hoy se hacen cuesta arriba.
Lo más ilógico de todo es que sé que no estoy sola, lo más increible de todo es saber que la realidad no se corresponde con lo que siento y lo más cansado es la lucha para imponer la objetividad, la verdad que debo imponerme desde fuera de mí misma, porque hoy, concretamente hoy no soy capaz de ver.

Quiero quitarme ya esta maldita venda,
quiero ser capaz de ver las cosas tan y como son
y sentirme afortunada por lo que tengo,
que en el fondo sé que es mucho.