martes, 15 de marzo de 2011

Eternamente agradecida

Recorrer de nuevo las calles de esa vieja ciudad, tan acostumbrada a hacerlo mientras miraba al suelo que me aprendí de memoria cada bordillo, alcantarilla o baldosa rota. Fueron tantos años mirando al suelo que se me olvidó que yo acostumbraba a ser feliz. Pero ya no sabía como volver a serlo. No veía salidas, así que simplemente me limité creerme lo que los demás decían de mí para intentar conocerme. Escuché a quien no debía y eso me salió caro. Tardé casi dos años en desenmascararme a mí misma y poder empezar de cero. Mirarme al espejo y no sentir rechazo alguno, ni siquiera el mio propio. Para poder hacerlo, escapé todo lo lejos que pude. Conforme me alejaba, un manto oscuro iba cubriendo todas aquellas calles, el colegio, el parque entre otros sitios. Los recuerdos negativos no se conformaron con ellos mismos, sino que engulleron a lo poco bueno que dentro de mí quedaba de esa vieja ciudad.
Pero he vuelto a recorrer esas viejas calles con dos años de perspectiva y contigo de la mano. A cada paso hacia adelante, ese manto negro desaparecía y un buen recuerdo se evocaba. La satisfacción de haber encontrado la salida me recorría de pies a cabeza y la felicidad de sentir que ahora tengo no solo una, sino muchas razones por las que levantar la cabeza y dejar de mirarme los pies mientras camino. De modo que no solo me has ayudado a ser feliz ahora, en el presente, y a tener una perspectiva de futuro adecuada, sino que has caminado conmigo años atrás y has logrado que rescatase mis escasos momentos placenteros.
Has hecho que me sienta afortunada y orgullosa de ser quien soy, que no me avergüence de mis errores y que los acepte como paso previo a lo que hoy tengo. Me has ayudadado a crecer por dentro. Me has enseñado a mirarme desde tus ojos y no desde los mios.

Every wound seems to heal when I'm arround you

miércoles, 2 de marzo de 2011

Subconsciente

Bajo toda la atmósfera circundante, bajo mi piel y mis músculos. Es algo que cala en los huesos. Algo oculto pero real, forjado por años de condicionamiento aversivo. Es un escalofrío y un deseo de cambiar de fotografía o de acera. Es un encojimiento del corazón, un despliegue de noradrenalina y glucocorticoides que impulsa a correr. Es un miedo que avergüenza, que no se reconoce por su propia irracionalidad, pues como mucho solo puedo recordar piedras o saliva. Son cosas de niños y no tan niños. Son deseos de no verte cuando voy, ni a tí ni a los que te acompañan. Son deseos de pasar desapercibida, de seguir sabiendo que a pesar de todo, mi suela se queda larga para medirte, aunque en ciertas zonas todavía reine la ley de la selva.
Lo cierto es que quizás sobrevalore tu fuerza y tu grado de inhumanidad, quizás haya visto demasiadas peliculas. Pero la posibilidad sigue ahí, y un cruce de cable en una mente taladrada por dependencias extracorporales puede suceder en cualquier momento y circunstancia, sin razón aparente.