jueves, 7 de octubre de 2010

Amarillo

" Es como si un mago, de estos que tanto gustan e impresionan a los niños, tan elegantemente vestido con su traje negro y su sombrero de copa, señalara con su dedo índice, cubierto por un guante blanco hacia su boca, de la cual asoma la esquina de un pañuelo de vivos colores, incitándome para que tirara de ella. Nunca me ha gustado ese truco porque el mago sigue sonriendo y no es posible estar contento cuando tienes un pañuelo dentro de la boca que te tiene que estar ahogando.
Entonces tiro de la puntita que asoma, y comienzan a salir recuerdos, anudados unos a otros, con vivos colores que me recuerdan que siguen ahí, que me recuerdan lo que pasó. Sobre todo, ese amarillo tan vivo, que me evoca recuerdos borrosos pero agradables que sé que no se repetirán "


"me hago un vestido con tó lo que he perdido
y ya tiene sentido sonreir..."


Otra vez vuelvo a sentir ese pinchazito tan familiar. No duele, por supuesto, pero es realmente molesto. Es como un pellizco que aparece a ritmo constante, aunque no es la molestia física lo más importante. Es la constante reflexión, el volver a repasar los hechos una y otra vez cada vez que aparece. Cada vez que pincha, ya sea esta vez o cualquiera de las anteriores, me supone el recuerdo de momentos pasados, la formación de imagenes mentales de recuerdos almacenados en mi memoria a largo plazo, evocados por asociación a momentos actuales. El problema es que, como estudiante de psicología, sé que si se reproduce tantas veces un recuerdo, si tratamos de visualizar y adornar en nuestra mente todos y cada uno de los detalles y acontecimientos de lo que fuimos testigos y además de ordenarlos cronológicamente, elaborando las relaciones entre ellos, corremos el riesgo de rellenar las aseguradas lagunas con nuestras propias e inconscientes invenciones. De modo que es posible que creemos vivencias nuevas o bien que distorsionemos las vividas. Pues bien, digamos que yo estoy ya en el borde de la linea. La culpabilidad y el arrepentimiento me han llevado a repasar tantas veces los hechos que ya no sé cuál precede cual, y ni siquiera tengo la certeza de que fuera realmente como mi cerebro lo recuerda. Además, el hecho de que sea la culpabilidad la que guía mis pensamientos, hace más probable que la evocación de mis recuerdos y el relleno de los espacios vacíos lo haga con presuntos acontecimientos negativos.