miércoles, 2 de marzo de 2011

Subconsciente

Bajo toda la atmósfera circundante, bajo mi piel y mis músculos. Es algo que cala en los huesos. Algo oculto pero real, forjado por años de condicionamiento aversivo. Es un escalofrío y un deseo de cambiar de fotografía o de acera. Es un encojimiento del corazón, un despliegue de noradrenalina y glucocorticoides que impulsa a correr. Es un miedo que avergüenza, que no se reconoce por su propia irracionalidad, pues como mucho solo puedo recordar piedras o saliva. Son cosas de niños y no tan niños. Son deseos de no verte cuando voy, ni a tí ni a los que te acompañan. Son deseos de pasar desapercibida, de seguir sabiendo que a pesar de todo, mi suela se queda larga para medirte, aunque en ciertas zonas todavía reine la ley de la selva.
Lo cierto es que quizás sobrevalore tu fuerza y tu grado de inhumanidad, quizás haya visto demasiadas peliculas. Pero la posibilidad sigue ahí, y un cruce de cable en una mente taladrada por dependencias extracorporales puede suceder en cualquier momento y circunstancia, sin razón aparente.