domingo, 4 de julio de 2010

Artificial

Es inutil remover lo poco que me queda del pasado. A veces se enciende, otras veces no, permaneciendo en el silencio y oscuridad del fondo de la memoria. Son recuerdos que no quieres que resurjan. Algunos porque te hacen sentir una ira homicida hacia la persona que tienes justo sentada delante de tí, a la cual le viene justo para recordar como se llama. Pero yo todavía recuerdo el desprecio con el que me miraba y con el que me sigue mirando a pesar de todo. De niña, tal vez me engañaste, pero no ahora. La inocencia te la van arrancando poco a poco, clavando las uñas en la carne. Ahora, como mucho, vas a conseguir que yo también te mire así (y que la razón además la tengo yo). Otros recuerdos, simplemente crean confusión. Despiertan sentimientos dormidos, deseos que no fueron atendidos en su momento y quedaron adormilados por la llegada de nuevos deseos. Recuerdo la de cosas que he hecho, la de oportunidades que he tenido delante y que no he sabido aprovechar. Locuras adolescentes y sentimientos desbordados, dificilmente controlables. Ahora, por suerte, canalizados, descifrados, asimilados y cambiados, no por mi misma, sino por ellos mismos, en conjunción con la llegada de más sensaciones.
Por desgracia, no hay marcha atrás. Las cosas están como están y no puedo hacer nada; el presente no es buen momento. Me gustaría que fuera un recuerdo. Algo que sucedió cuando debía suceder y que pudiera recordar con cariño.
Todos tenemos un momento, un pequeño instante durante el cual la oportunidad pasa delante de nuestras narices. Es cosa nuestra tomarlo o dejarlo, pero una vez pasado, ya no hay marcha atrás. Por eso, todavía, cuando ves aquello que simboliza el recuerdo que pudiste tener y no tienes, el estómago se encoje