miércoles, 16 de febrero de 2011

Quién iba a ser sino

Nada queda cuando todo desaparece, cuando el mundo se cae por las escaleras y va rodando hasta el sótano. Me daba pánico asomarme, apoyándome en la barandilla, para ver hasta donde había llegado. Incliné la cabeza para tratar de discernir algo dentro de la oscuridad, pero no sirvió de nada. En ese momento empezó a llover dentro de casa, empapándo mi cabello y mi pijama. De repente hacía mucho frío y comencé a temblar. Me sentí más sola que nunca, pero al mismo tiempo comprendí que tendría que bajar al sótano para recuperar lo que había perdido. Poco a poco fui deslizándome por la escalera, con cuidado de no resbalar por el suelo mojado. Cuando llegué abajo, vi que la puerta estaba cerrada. Comencé a oir voces a mi alrededor, poco halagüeñas, insultos, pensamientos infundados que manaban de la propia tristeza y pesimismo. No podía controlarlos, no podía evitar oirlos; tenía mucho miedo. Pero sabía que no podía deternerme. Debía entrar y rebuscar entre todo lo que encontraría dónde estaba el problema, que recuerdo, sentimiento, frustración...era el culpable de todo aquello. Intenté abrir la puerta, tirando con todas mis fuerzas; se movía muy despacio. De pronto, sentí que alguien estaba empujando desde dentro, alguien me estaba ayudando. La puerta se abrió entonces. Era él, y traía consigo lo que andaba buscando. Me tomó de la mano, ayudándome a levantarme. Me abrazó y lo colocó donde debía estar. Dejó de llover, y me encontré acostada de nuevo mientras me tomaba de la mano. Quién iba a ser sino.