jueves, 16 de junio de 2011

Standby

Otro año más, otro menos para culminar. Ver los cambios que se producen año tras año, cómo se pierden algunas cosas y se ganan otras. Acostumbrada a avanzar día a día, a disfrutar de cada momento, creciendo, aprendiendo, enamorándome y queriendo todavía más a los que están alrededor. Ese tiempo se termina por ahora, y toca volver a un lugar donde el tiempo se detiene, donde la sensación de avanzar, la dinamicidad de la vida desaparecen. Un lugar anclado en la adolescencia, en la ausencia de perspectivas. Siento que ya nada me ata alli, no queda nada de mí, solo recuerdos vagos y negativos en su mayoría, de los días de locura, descontrol y humillación adolescente. Resulta extraño el contraste entre ambas partes, entre el disfrute del día a día y la obsesión estática que querer olvidar todo lo que rodea de una manera totalmente nociva.

Lo que para mí fue una época, un momento circuntancial y finito en el tiempo, se está convirtiendo en un modo de vida para otros. Es una especie de restistencia al cambio, a la madurez en todos los sentidos. La evitación de responsabilidades, un pensamiento de peter pan llevado al extremo de lo nocivo. Todas esas ganas de volar de antaño se han esfumado y han dado lugar al conformismo, un conformismo irreal y desvidado hacia la irresponsabilidad.