miércoles, 16 de febrero de 2011

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Todos los días me cruzo con el mismo chico, a la misma hora. Lleva siempre la misma mochila y las mismas deportivas. Lleva siempre la misma cara de abstracción y ausencia propia de las 8.30 de la mañana. Nuestras miradas siempre se cruzan unos segundos, durante los cuales pienso, y adivino que él tambien, "Otra vez este chico, otro día más". Este hecho es solo un vaticinio de lo mucho que va a parecerse este nuevo día al anterior, un vaticinio de los pocos cambios que voy a vivir.
Puedo hacer algunas pequeñas y minúsculas locuras, como hoy. Puedo decidir salir un martes y olvidar que mañana tengo que levantarme. Puedo decidir beber lambrusco y cerveza y dejar de pensar en el mañana. Puedo buscar películas diferentes y alternativas o decidir no comer durante todo el día. Probar nuevos géneros de música y aprender a ser firme con pequeños ensayos diarios. Pero estas pequeñas escaramuzas no satisfracen mis ganas de batallear ni de salir corriendo monte a través. Me gustaría tener una tijeras enormes que me permitieran cortar el transcurso de esta monotonía que me ahoga día tras día. No hay novedades, no hay sorpresas, no hay cambios. No hay nada mas que hastío y aburrimiento en el transcurrir de las horas.


"Sueño con noches brillantes,
al borde de un mar de aguas claras y puras,
y un aire cubierto de azahar"