viernes, 4 de junio de 2010

Reflexión 6

    - Mira, no quiero ser pesada, pero quisiera saber hasta cuándo vas a estar así.

    - ¿Así como?

    - Así. Demasiado cautelosa, demasiado tolerante, demasiado paciente...demasiado, demasiado, demasiado, mi pequeña infeliz. Qué pasa, ¿no te das cuenta? Dime, cuánto te falta ¿eh? Cuánto te falta para volver a estallar expulsando una nube completamente incomprensible e ininterpretable de pensamientos y sentimientos entremezclados, formando una “barrejada” debido a lo poco que los has tratado o bien a lo demasiado que los has tratado y a lo poco que los has expresado al exterior. Entonces lo único que podrás hacer será llorar y seguir llorando hasta que alcances otra vez el estado inicial. Pero sabes qué te digo, que esa no es la forma; y lo sabes. Lo sabes porque te engañas pensando que eres así, pero no lo eres, o al menos una parte de tí no lo es. ¿Por qué no cambias de estrategia y me haces caso, aunque sea por una vez en tu vida? Dilo todo, quéjate, di que no te parece bien, que te molesta el comentario, que no te gusta que lo tome con tanta vanalidad. Dilo joder, haz el esfuerzo de cambiar la perspectiva. Cambia el estilo de afrontamiento, del pasivo, la evasión y la consecuente aceptación a la acción. Tienes poder para cambiar las cosas, al menos las que a tí te conciernen. Sino ¿qué demonios vas a hacer? ¿Vas a pasar toda tu vida aceptando las imposiciones ajenas?

    - ¿Y qué coño crees que hago? Joder, ¿es que nadie lo ve? ¿De verdad que no? Es realmente desesperante sentirse luchando día tras día contra tí misma. Sentir que estas exprimiendo al máximo tus esfuerzos, que te estas obligando cognitivamente a ir por otro sitio, a guiar a los sentimientos hacia el lugar adecuado y a no permitirles que te dominen. Flaquear de vez en cuando es completamente inevitable. Me conoces desde siempre, maldita sea, sabes como he sido antes y cómo soy ahora. Párate un momento y compara ambos momentos. ¿no ves acaso mejoría?

    - Eso no te lo voy a negar. Pero sigues tropezando siempre con lo mismo. Cada vez estoy más convencida de que te estas esforzando, pero no estas focalizando los esfuerzos en el problema central. Te entretienes en detalles minúsculos, en elementos contextuales y no en la esencia, en tu propia esencia, que es donde está tu verdadero problema. Ya sabes lo que opino de él y de todas las implicaciones emocionales demasiado profundas que tengas. No puedes permitírtelo. No puedes si no eres capaz de modificar tu visión hacia ello. Sé que te ayuda y tal vez sean necesarios pero debes obligarte a actuar de otra forma. Pensé que tal vez actuaría como detonante, que te ayudaría a que se te hiciera más fácil decir lo que piensas...

    - ¡Y tú también sabes lo que opino!. Es lo mejor que me ha pasado en la vida. Es una gran ayuda y no me arrepiento en absoluto. No podía dejar pasar una oportunidad así, ni siquiera se me paso por la cabeza la posiblidad de dejar que se fuera. He aprendido mucho gracias a su ayuda, me ha traspasado la visión que tiene de mí, una visión mucho más positiva que la mía, desde luego.

    - De acuerdo, pero estas volviendo a la dependencia de nuevo. ¿Qué va a pasar cuando no esté, cuando se marche definitivamente? Sabes que lo hará, ya te dije el otro día que la incondicionalidad es una utopía. Te esmeras en detalles, en demostraciones constantes porque así es como te sientes bien. Cuando amas, amas de verdad. Eres realmente maravillosa en ese sentido, puesto que no creo que pueda sentirse para nada insatisfecho. Sin embargo eso no significa que no vaya a marcharse. Puede ser que seas tú la que se vaya definitivamente, también cabe esa posibilidad. Pero, y si no es así, ¿qué demonios vas a hacer?¿Tienes idea de que va a ser como retroceder mil pasos, de lo perdida que te vas a encontrar?

    Se dio cuenta de que ya no la escuchaba. Me hacía demasiado daño lo que decía. Suspiró profundamente, como exhausta por la conversación. Se levantó de la silla y se acercó a mí. Me acarició la cabeza y dijo “tienes que escucharme más a menudo. Sé que es duro para tí pero es necesario que lo hagas. Veo cosas que tú no ves y trato de que las veas. Tan solo quiero lo mejor para tí, para las dos”. Se alejó por el largo pasillo hasta que la perdí de vista. Escuché el ruido de la puerta al cerrarse. Como suele sucederme siempre, me quedé pensando largamente en sus palabras hasta que las primeras lágrimas comenzaron a asomar, ya que tal vez tenía razón y yo no estaba a la altura...



    "Sigo siendo la misma niña ingenua que dibuja corazones en el suelo, imaginando su propia historia de amor"