Su mirada; su mirada expresaba tantas cosas aquella tarde que no encontraba palabras para describirla. Encontró ese afecto que tanto añoraba y que ya conocía, encontró esa aceptación que tanto necesitaba y que tanto miedo le producía al mismo tiempo. Solo podía mirar y seguir mirando, seguir perdiéndose en sus ojos sin dar un paso más, hasta que sintió como su propia atracción le empujaba hacia adelante, a él, le impulsaba a acercarse y a sus manos, a continuar su camino [...]

Unos labios que ya no tienen miedo, que siguen el camino de las manos, mucho más deprisa y sin titubeos, hasta quedarse sin aliento y dejar de sentir esa piel bajo la suya, porque ya la siente como propia, coordinando todos los movimientos y moviéndose al ritmo de sus palpitaciones, latiendo al unísono..